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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 978-6073154147
Editorial: Aguilar
Hablar es algo de todos los días. Puede hacerlo cualquiera. Sin embargo para convencer y/o influir a otros es necesario seguir unos pasos. Este libro propone un camino sencillo y divertido, con todas las claves para comunicarse en público. Al tener este tipo de recomendaciones, puedes empezar a aplicarlas hoy mismo. ¿Estás listo?
Todos somos oradores y hablar en público es algo natural en nuestra especie. Sin embargo, muchas veces resulta tedioso y hasta nos da miedo hacerlo. La respuesta a eso es bastante sencilla: nos tomamos demasiado en serio el momento y nos preparamos de más.
Aunque no hay que confundirse, la preparación es lo que distingue a los buenos oradores de los del montón. Al mismo tiempo unas personas hablan mejor al público que otras, sin duda. Esto nos lleva a la conclusión de que la gran mayoría de la gente no está capacitada para hablar en público.
La preparación y, sobre todo la práctica, nos acercarán cada vez más a la excelencia.
Al terminar de escuchar un discurso, la gente habrá olvidado un 98% de lo que se dijo. Dentro de lo poco que recuerdan suele aparece información diversa que podría catalogarse en dos grandes unidades: mensaje e imagen. Recuerdan un mensaje y se quedan con una imagen.
"Las personas olvidarán lo que dijiste, pero nunca olvidarán cómo las hiciste sentir”, señala Maya Angelou. Esa frase es el mejor resumen de qué es la imagen en relación con la palabra.
Una presentación eficaz está basada en la acumulación de pequeños detalles, por lo que tampoco es recomendable dejarlos de lado.
Asimismo, hay que tener bien en claro qué quieres lograr. Mientras más definido y específico sea tu objetivo, más fácil será alcanzarlo. En resumen, debe ser medible, alcanzable, relevante y posible en el tiempo. Para eso es fundamental conocer a la audiencia.
Los requisitos que debe cumplir toda presentación son: sencillez, brevedad y convicción. Si falta alguno de ellos es mejor no empezar a hablar.
Hay que pensar como un sabio, pero hablar como tu audiencia, la sencillez es fundamental. No existe nada más contradictorio que querer transmitir algo y hacerlo de la manera más difícil posible.
Por otra parte, hay estudios que indican que la gente sólo presta atención durante siete o diez minutos. No importa cuál sea el caso, tu presentación debe ser breve. Esta forma de ver el tiempo es como un sentimiento que adjetivamos: corto, largo, justo, rápido, lento, etc.
Un dato extra a tener en cuenta es la vestimenta. La recomendación más importante en la semiótica del vestuario es que a partir de hoy, cuando te pares delante del espejo, nunca más preguntes: ¿Cómo me veo?, mejor pregúntate: ¿Qué mensajes estoy enviando?
Para finalizar: elige un solo mensaje, ponlo en palabras cortas y simples, y repítelo hasta el cansancio.
Si bien en términos coloquiales le llamamos “miedo a hablar en público”, la realidad es que existen diferencias entre miedo y ansiedad.
Por un lado, el miedo es la reacción inmediata ante una amenaza explícita, cuya fuente tenemos muy bien ubicada y evitamos a toda costa.
La ansiedad, por otro lado, es un estado de inquietud y agitación un poco más duradero. Ahí la fuente o amenaza no la tenemos clara porque es más generalizada. Además, ante ella tampoco tenemos una reacción precisa, sino que continuamos con nuestras funciones de manera más o menos regular.
Entonces lo que tenemos normalmente a la hora de hablar en público es ansiedad y no miedo. Cuando esto sucede hay una sobreexcitación de la amígdala, que para salir adelante produce dos “drogas”. ¿Cuáles? El cortisol y la adrenalina.
Aunque si esto pasa puedes probar algunos de los antídotos psicológicos. No ver al público como una amenaza, dar por hecho que algo se te olvidará y restarle importancia, darte premios o no compararte con el resto resultan buenas alternativas para reducir los efectos de las “drogas” mencionadas.
También, existen los antídotos físicos. Algunos de los métodos posibles son respirar de manera profunda, tal como lo hacemos cuando dormimos; o simplemente sonreír y tener empatía. ¿Más? Dormir bien la noche anterior o hacer ejercicio la mañana de tu presentación.
A la hora de realizar un discurso es recomendable que alguien nos presente. Eso ayuda a construir nuestra credibilidad y nos evita caer en una auto-oda referencial.
Una vez terminado el saludo protocolar, haz una pausa dramática para captar nuevamente la atención de la audiencia mientras estableces contacto visual. Este silencio es el momento más poderoso porque tú eres el dueño del balón y todos están expectantes a ver qué haces con él.
Lo ideal es no empezar con las cortesías que hacemos individualmente, como por ejemplo: “hola qué tal, cómo les va. Es un orgullo para mi estar con todos ustedes en este día”. Básicamente porque no sorprende a nadie ni supera las expectativas.
Tampoco es necesario anunciar el tema porque la gente ya sabe qué fue a escuchar, o volver a presentarnos ya que el maestro de ceremonias lo hizo segundos atrás.
¿Cómo debes empezar? Una forma puede ser preguntando de forma retórica, incluyendo al público. Otra es mencionar una cita. De todas formas tienes que empezar con algo muy interesante para captar la atención.
Además, el autor menciona otras opciones como mostrar una estadística sorprendente, deleitar a la imaginación o llamar la atención con palabras aparentemente absurdas o sin contexto.
La gente asocia una voz firme y sonora con confianza, eficiencia y poder. Tenemos que sacarle el mayor provecho al instrumento musical que la naturaleza nos dio.
“La voz de una persona debe ser clara, resistente, brillante, potente y hermosa”, sintetizó la doctora Eugenia Chávez Calderón. Para lograr esto la voz debe ser impostada y estar bien ubicada. Eso termina haciendo que no nos cansemos o que la voz se nos ponga opaca.
Los beneficios de utilizar bien todo nuestro aparato fonador son inmensos. En el libro los resume en tres. Primero que no se desgasta, podrás hablar durante diez horas seguidas si así lo deseas. Existe una gran diferencia entre hablar fuerte y gritar.
Segundo, la voz debe tener alcance y resonancia. Hay un estrecho margen entre hablar bajo y susurrar. La voz tiene que ser firme y sonora para que todas las personas puedan escucharnos y, así, nuestra voz viaje más lejos.
Asimismo mejora el color de tu voz, es decir, el timbre. Si aprendes a usar todo tu aparato fonador, la voz se te escuchará más aterciopelada y seductora, produciendo un efecto encantador en quien te oye.
A la hora de hablar es importante hacer cambios de volumen, ritmos y pausas. Así la audiencia permanece cautiva, y si alguien estaba distrayéndose, vuelve a regresar con nosotros y nos presta atención.
¿Cuándo tenemos que utilizar el recurso del volumen? Por lógica cuando queremos recalcar algo y cuando queremos captar la atención de los oyentes. Los volúmenes altos motivan la atención con un sentimiento de énfasis. Mientras que los bajos lo hacen con un sentimiento de calma y reflexión.
El ritmo es la velocidad con la que las palabras son dichas. No hay que ser científico para deducir que los ritmos se dividen en rápido, medio y lento. Por eso debemos hablar a nuestra audiencia con diferentes ritmos, para generar puntos de interés en nuestras palabras, dándole una melodía disfrutable a nuestra exposición. A esto lo llamamos tener cadencia al hablar.
En tanto que las pausas son uno de los recursos más poderosos a la hora de hablar en público. Pero al mismo tiempo es uno de los más infravalorados. Son útiles tanto para el orador como para la audiencia, pues el orador acomoda sus ideas y la audiencia reflexiona sobre lo que acaba de escuchar.
Por otra parte, Gordoa recomienda tener una buena higiene bucal. Estar hidratado, taparse cuando hace frío, no gritar, dormir, no fumar y calentar son algunos de los tips que menciona para tener un aparato fonador saludable.
Nuestro cuerpo habla y además no sabe mentir. Nuestros movimientos corporales generan un camino directo al corazón de las personas, que cuando nos ven, empiezan a sentir cosas positivas o negativas acerca de nosotros.
Por lo tanto, hay que ser conscientes de lo que nuestro cuerpo está comunicando y en lo que puede estar contradiciéndonos.
Usaremos nuestro lenguaje corporal para transmitir ideas y sentimientos, para precisar o sugerir contenidos, para abrir o bloquear los canales de comunicación y, en general, para aumentar las probabilidades de lograr influenciar a quien nos escucha.
Las acciones de la kinésica le dan poder a nuestra imagen verbal. ¿A través de qué acciones? De aquellas que desde los primeros momentos están mandando mensajes a través de nuestra proxémica: postura, contacto visual, gestos y ademanes.
La proxemia es el empleo y la percepción personal que cada uno de nosotros le damos al espacio físico y de cómo y con quién lo utilizamos. Lo ideal es mantenerse fijo en una parte del escenario mientras expones tu temática, después, cuando cambies de tema o lo consideres oportuno, desplazarte hacia otro lugar y quedarte fijo para compartir el siguiente contenido.
En cuanto a la postura, lo importante es que los brazos estén a nuestros lados. Es decir, donde los puso la naturaleza. Así abren canales de comunicación y transmiten confianza, seguridad y calma.
Los gestos también nos ayudan a reflejar los estados de ánimo que estamos viviendo o a los que estamos haciendo referencia. Cuando provienen de emociones verdaderas, las expresiones faciales son prácticamente imposible de enmascarar o resguardarse.
Tampoco pueden faltar los ademanes, que son la palabra hecha movimiento. Estos deben corresponder a la magnitud y acción de la palabra oral de manera natural y deben administrarse de la manera justa. Ni mucho ni poco.
No hay que olvidar que le hablamos a una audiencia, por lo que establecer contacto visual es vital. Si no lo hacemos daremos una señal de evidente nerviosismo o desinterés.
Si bien has venido trabajando durante todo el discurso para tener un momento final de gozo, es fundamental hacer un buen cierre. En el desenlace la gente necesita un empujoncito para quedarse contenta, motivada y con un agradable sabor de boca.
Al ser tan importante, cuando estés por terminar debes captar de nuevo la atención de la audiencia, para que cuando concluyas, garantices que todos los ojos están sobre ti.
Dentro del libro el autor menciona algunas formas de cómo recibir el aplauso sin tener que mendigarlo. Y por supuesto, otras de cómo no hacerlo.
Hay que evitar terminar con un “gracias”. No está mal decirlo pero muchas veces se convierte en sinónimo de “ya acabé”. De todos modos puede incluirse si tienes una fórmula de cierre ya pensada.
Menos aún sirve decir de manera literal que ya finalizaste o hacerlo de manera abrupta.
Lo que sí funciona es realizar un cierre de manera exhortativa, invitando al público a la acción. También lograrás el objetivo produciendo un clímax, algo muy recomendado para los discursos motivacionales.
Otros métodos mencionados son hacer referencia a una cita, terminar con las mismas palabras de inicio, preguntar o sencillamente resumir.
A modo de resumen es necesario recordar que los seres humanos somos seres de Hábitos. Por lo tanto, desarrolla el hábito de preparar tu presentación definiendo claramente tus objetivos, temas y mensaje.
Abre fuerte y sorpréndelos con un gran inicio. No lo hagas sólo para enganchar a la audiencia, sino para generar sensaciones mágicas en sus cuerpos que harán que escucharte sea un deleite. Además eso te permitirá confirmar que esa seguridad que transmite tu Buena voz es real.
Llévalos con tu voz por una montaña rusa llena de emociones mediante cambios de volumen, ritmos y pausas. No te olvides de decir muchas cosas sin palabras con el poderoso idioma de tu Lenguaje corporal.
Por último, si ya superaste sus expectativas, los colmaste de conocimiento y los dejaste convencidos de que dices la verdad, ahora déjalos satisfechos. Acaba de tal forma que los hagas brincar de sus asientos para ahogarte con aplausos, mientras esperan el postre de poder preguntarte y disfrutarte unos minutos más.
A partir de hoy ten la certeza de que todos somos oradores y que tú eres uno de los mejores.
Así como este libro nos da los tips necesarios para poder hablar en público de manera eficaz, “El sutil arte de que te importe un caraj*” también puede resultar útil. Mark Manson habla sobre aceptar nuestras limitaciones y errores para aumentar nuestro potencial. ¿Te animas a leerlo?
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